Dentro de esa masa creciente de desechos recolectados, compactados y
enterrados día tras día, las estadísticas revelan que las basuras no
son todas iguales y que su composición diversa es crucial para entender
por qué el Conurbano Bonaerense está cada vez más lleno de basura y por
qué sus rellenos sanitarios están al borde del colapso. Esa acumulación
contaminante, que parece descontrolada, es cuantificada por expertos de
la Coordinación Ecológica del Área Metropolitana (CEAMSE) y la Facultad
de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires desde 1991. Los
resultados son publicados por su Instituto de Ingeniería Sanitaria, que
actualiza todos los años un minucioso Estudio de Calidad de los Residuos
Sólidos de la ciudad y de los 33 principales municipios del Conurbano.
Ese documento suele dormir en los escritorios de los principales
funcionarios relacionados con la gestión de la basura, pero este año fue
exhumado del letargo por la legisladora porteña Claudia Neira, del
bloque Buenos Aires para Todos, que comparó el promedio diario de basura
generada per cápita con la evolución poblacional de la Capital Federal
desde 1947.
Ese contraste estadístico, entre los censos nacionales de los
últimos 60 años con la producción diaria de basura por persona, permitió
al equipo de Neira llegar a una dimensión precisa del descalabro
ambiental que vive la ciudad al calor de la basura. "Si bien la
población residente en la ciudad disminuyó en 150 mil habitantes, la
producción per cápita de residuos sólidos urbanos no dejó de aumentar",
sostiene Neira en el documento "Lo que tapa la basura", un diagnóstico
elaborado por su equipo parlamentario que actualiza las cifras
históricas de producción de basura.
Según el último censo, en los 202 kilómetros cuadrados de
superficie porteña, viven 2.891.082 personas. Sin embargo, esa tendencia
decreciente de la población porteña, que encontró su mayor disminución
en 2010, no implicó menos residuos. En 1972, cada porteño generaba 700
gramos de basura por día, una cifra que llegó a los 882 gramos en 2001, y
que superó el kilo en 2005, cuando la Legislatura Porteña sancionó la
Ley de Basura Cero.
Desde entonces, la evolución de los desechos no experimentó la
reducción que establecía la norma. Por el contrario, se registró una
producción que siempre estuvo cerca del kilo diario de basura producida:
968 gramos per cápita cada 24 horas en 2007; 867 al año siguiente; y
883 en 2009.
Dentro de ese historial de producción, el estudio también revela
que los residuos húmedos, es decir, los más difíciles de reciclar, han
reducido su volumen en los últimos 40 años. "Si bien los desechos
alimenticios mantienen el primer lugar, existe una marcada tendencia a
la disminución: en 1972, significaban el 63,45% de toda la basura; y en
el período 2005-2009 abarcan el 35-41% del total", sostiene el paper,
luego de recordar que una de las basuras más reciclables, es decir los
papeles y cartones, "mantienen una evolución constante con el 15 y 20%
del total en el mismo lapso de tiempo, con un pico del 24% en 2001".
Además, el volumen histórico del plástico confirma su
desaprovechamiento: en 1972, representaba un 2% de todos los desechos;
y, a partir de 2005, esa participación en la torta global de la basura
trepó al 20 por ciento. Ese cambio "indica una tendencia creciente de
las empresas hacia un uso diversificado e irresponsable" del plástico.
La conclusión no tiene otro destinatario que los grandes fabricantes de
envases que, tal como señala el documento, han profundizado su lobby en
el Congreso de la Nación para evitar que prospere una ley nacional de
envases que presentó en 2011 el senador Daniel Filmus (Frente para la
Victoria).
Pero a otras realidades no hay lobby que las frene. Los porteños,
en la actualidad, casi no separan nada de la basura que producen. Su
clasificación estadística, a cargo del CEAMSE y la UBA, permite
comprender las consecuencias. El diagnóstico advierte que "la Ciudad
pagará un 35% más por la basura que entierra, debido al incremento de
desechos, aunque casi el 40% de los residuos que ingresan al CEAMSE
podrían ser reutilizados". Pero la Ciudad recicla "tan sólo un 10% de
toda la basura" gracias al trabajo diario de las cooperativas de
cartoneros. Sin su intervención, la ciudad enterraría 7000 toneladas
diarias, es decir, 600 más que las 6300 que se compactan y luego se
esconden bajo una tenue alfombra de césped.
Este escenario explica por qué el Estado porteño nunca podrá
cumplir con la reducción del 50% de los residuos que estaba prevista
para este año, de acuerdo a la Ley de Basura Cero. Las próximas metas
implican bajar un 75% en 2017 y prohibir "la disposición final de
materiales tanto reciclables como aprovechables para el año 2020", dos
plazos legales que, al parecer, nunca serán cumplidos. La prueba está en
las 2,1 millones de toneladas de basura que se enterraron en 2010, el
doble de lo previsto por ley para ese año, y un poco menos que el nuevo
récord de enterramiento de 2011: 2.277.772,3 toneladas. De ese total,
los 10 mil recuperadores urbanos alcanzan a reciclar el 10% del total,
pero si no lo hicieran –explica Neira–, la Ciudad abonaría 40.500
dólares diarios de los 50 por tonelada (unos 315 mil) que paga el
Estado, el doble de lo que abona en incentivos para los cartoneros
organizados". Una postal muy lejana de aquella imagen de 1947. Ahora, la
nueva ciudad verde es cada vez más desigual: tiene más basura y menos
población. «
Récord
2,277 millones de toneladas de basura generadas en la Ciudad de
Buenos Aires fueron enterradas en rellenos sanitarios durante 2011.
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